El Director de la Corporaciòn Innovarte entrega los resultados de las votaciones en linea:

 

 

Relatos ganadores

 

Priorización sanitaria

Camila Riquelme
Relato ganador escogido por el jurado

Después de 451 días de cuarentena, 26 países tenían la vacuna, patentadas por 15 laboratorios a nivel mundial. En el departamento 21 con mi mamá estábamos cansados de comer arroz cada dos días y frijoles todo el fin de mes. Vivíamos solo con la pensión de mi vieja madre desde que por el confinamiento y su edad de riesgo no pudimos vender más en la feria de Quilpué. Dicen que la vacuna llegará rodeando los 40 mil pesos. Ahorramos a reojo y sospecha del otro, sin comentar jamás quién creemos que se debiese primero vacunar. Cuando le había juntado 15 y ella a mí 26, mi madre intentando alcanzar la harina se cae y esquinza un pie.
La vacuna puede esperar otro mes.


Como un virus

Rosa Mosqueta (Yesenia Seguel Aravena)
Relato ganador de los 20 seleccionados, con 510 votos.

A veces quisiera que las partes buenas de la vida fueran como un virus, que llegaran a cada rincón, que ingresaran inesperadamente y se esparcieran con una velocidad abrumante, que nada ni nadie pudiera detenerlas. A veces mi corazón se aprisiona al saber que existen personas que sufren, peor aún niños que sufren. Como quisiera ser un maldito virus, entraría en los mandatarios, en los líderes religiosos, cambiaría el AND de aquellos a los que llamamos malos, perdidos, arrogantes. Como virus podría contagiar las ganas de hacer el mundo un lugar justo y decente para vivir, un lugar amoroso, donde los días pudieran ser disfrutados y las noches soñadas, sin frío, sin hambre, sin abandono, sin penas propias ni ajenas. Imagino como viajaría siendo microscópica, como escogería a mis huéspedes, como me reproduciría, como cambiaría de una persona a otra, cambiando vidas, cumpliendo sueños, abriendo corazones, enfermando, pero enfermando buenamente, con cada tos, con cada mano, con cada contacto, uno tras otro, cambiando, uno tras otro uniéndose a una causa, uno tras otro sintiendo que es parte de este sueño que llamamos vida y de este lugar que nos alberga y llamamos tierra. No más lágrimas, no más enfermedades, no mas dolor, solo un virus, un invisible, pero poderoso virus, que arreglara todo y no que nos queme vivos. A veces quisiera, a veces sueño, pero siempre termino despertando y sé que el virus… no es bueno.


Fría sala de hospital

Juliet (Natalia Mendoza Cisternas)
Relato ganador de todos los relatos recibidos, con 260 votos.

Solo quedaba una hora de permiso y el hospital estaba lleno, los pacientes acostados en pleno pasillo, los que venían enfermos se empeorarían más y los que estaban sanos saldrían enfermos.
No era un problema de atención, ni de voluntad de doctores ni enfermeras, sino la capacidad y cantidad de personal en relación a los que llegaban a urgencias, ya no daban abasto.
El virus no se detenía, no respetaba edad ni clase social. Solo la esperanza de una pronta vacuna sería la solución, la luz al final del camino, lejana pero posible. Y ellos, que sin llevar capa se convirtieron en los más grandes héroes de esta pandemia, primera línea, día y noche.
Todos trabajando para un mismo fin, doctores, enfermeras, científicos… TODOS.
Ya queda un minuto de permiso y no fui atendido. Solo me queda rezar, que siga teniendo fuerzas para seguir escribiendo desde la fría sala de un hospital…


20 Cuentos seleccionados por el jurado

¿Cómo le Explicamos?

LFC.

Un niño se hace famoso al colocarle una mascarilla a su mascota, su vecino lo graba y su inocencia conmueve al mundo, las redes sociales se inundan con emotivos mensajes alentando sus acciones, el video logra un mensaje de prevención más claro que todos los políticos que promueven su uso, se niegan a llevarla o no saben cómo usarla; a los pocos días el niño recibe comida para sus mascotas, una Tablet, y muchas entrevistas, pero nadie le da importancia a su mensaje principal, él está convencido que al usar su mascarilla puede salvar su vida, un niño entendió que a falta de vacunas o medicinas las prendas de protección podrían salvar su vida.

Cómo le explicamos los adultos que solo una empresa tiene mascarillas seguras para el personal de salud, como le explicamos que solo una tecnología logró certificarse y puede garantizar en un noventa y cinco por ciento su seguridad, como le explicamos que él nos ayudó con un mensaje de prevención gratuito, y nosotros aún no podemos compartir conocimientos para la producción y acceso a estas tecnologías, como le explicamos que hubo escasez de estas prendas en una pandemia ¿Cómo le explicamos?


Silueta

Ismael Lobni Mercedes Zamora

Hay una silueta bajo el sol, tendida y sola. Minutos atrás la vi andar con lentitud y encorvarse adolorida. Ahora, quien la ve a lo lejos pensaría en ella como un montículo negruzco sobre el asfalto o quizá un viejo ropaje, dejado atrás por un dueño que no la necesita. Hay una silueta retorcida en soledad, con las manos extendidas hacia la nada, poseída por el silencio de una muerte sin piedad. Pero es más que un cuerpo inerte, sin doliente, carente de un origen o un destino, fue una madre, una esposa, una hija muy amada, alguien que respiró el aire que este virus le ha negado. Sucumbió en el camino, en busca de ser salvada, y nadie se ha detenido para levantarla. Puede más el miedo a un final similar al suyo. Atrás dejó a otros, esperando una piedad que pocos podrán comprar.
Hay una silueta en el suelo, con las manos extendidas, y yo sólo puedo verla, y esperar desde mi encierro, el fin de esta pesadilla.


A salvo

Stefan Aguilera

El mandatario cerró el cajón de su escritorio. Bajo llave, allí se encontraban los resultados sobre la efectividad de la última vacuna. La cura estaba lista para salir a luz cuando la situación fuera favorable y eso lo tenía de buen humor. Antes de abandonar su oficina, se cubrió los ojos con una mascarilla.


COVID: Que dolor de cabeza

Neoiuris

A mi mami le dolía la cabeza, se movia mucho en su cama y su cuerpo estaba caliente todo el tiempo, no podiamos acercarnos a ella, ni para darle un besito chiquito, solo mi tía podía cuidarla. Un diasu cuerpo ya no estaba caliente, ya no se movia en su cama ni le dolió la cabeza nunca mas. Todos estabamos muy tristes pero en la tele dijeron que ya había vacunas, ojala las hubieran inventado antes, pero me siento feliz que ya no habrá mamis con dolor de cabeza. Mi tía fue por la vacuna, primero no había llegado, despues se acabó, luego trajerón mas pero no para nosotros, al final ya no mandaron. En la familia se discutía mucho todo el tiempo, todos estaban enojados, yo solo soy una niña de 7 años y no entiendo mucho pero al parecer no nos dan la medicina porque en la piel tenemos mucha me-la-nina… o algo asi se dice. Estoy muy triste, a mi tía le duele la cabeza.


Falsas esperanzas

Rea

Mamá está contenta hoy. Dice que pronto podremos salir.
“¿Pronto?, ¿entonces podré ver a mis amigos en la escuela?” pregunta mi hermanita, emocionada, ¿y podremos salir a jugar?
– Sí, saldremos más pronto de lo que te imaginas -afirma mamá, sonriendo-. Acabo de ver las noticias, y dicen que están preparando vacunas en todos lados: en Estados Unidos, en Inglaterra, en Rusia? ¡Muy pronto la tendremos nosotros también! Entonces podremos salir cuando queramos.
Mi corazón se encoge levemente. Se que la situación no es tan simple como la pinta mamá. La vacuna tardaría en estar disponible, e incluso en ese momento?
Miro a mi alrededor. Nuestra casa es minúscula, no tenemos ningún lujo en particular. Apenas habíamos conseguido una vieja computadora para que mi hermana y yo siguiésemos las clases a distancia. Nosotros no podemos permitirnos comprar ninguna vacuna. Además, vivimos en un pueblito; seguramente las vacunas llegarían primero a la ciudad. Tendríamos que esperar a que estuviese disponible y gratis para todos. Y eso podría tardar mucho tiempo.
Observo la cara entusiasmada de mi madre. Sé que en el fondo ella es consciente de nuestra situación, pero comprendo que quiera aferrarse a un rayo de luz en medio de la oscuridad que envuelve al mundo. Una pequeña esperanza.
“Me vas a llevar a jugar al parque, ¿verdad?” mi hermanita interrumpe mis pensamientos.
Dos pares de ojos brillantes me observan. No me atrevo a mencionar nuestra realidad.
“Claro” contesto, fingiendo una sonrisa.


Déjate llevar

Elena Bethencourt

Llegó vestida con un traje rojo de lunares blancos, el mismo que lucía cuando lo conoció. Aparcó en la misma puerta del hospital. Nadie la detuvo ni le preguntó a dónde iba. Entró por la puerta giratoria como si nada, cruzó los pasillos y en segundos se puso al pie de la cama de su marido, quien nada más verla, se sintió mejor.
“Traje los medicamentos. Ya no hay que pagar y hay para todos” dijo muy animada “Tengo el camión lleno. Vámonos ya”
¿Pero qué camión si no sabemos conducir?
Aquí sí y también podemos respirar.


Tarde en el hospital

Carlos Boucaya

En una fuerte lluvia de 1907, en el Hospital San Vicente de Paul (ahora Hospital Clínico de la Universidad de Chile), Carlos Pezoa Véliz escribió, poco antes de fallecer por tuberculosis, el poema Tarde en el Hospital: «yazgo en cama, yazgo enfermo, para espantar la tristeza, duermo». Ciento trece años han transcurrido desde entonces y la lluvia parece ser más débil, pero la tristeza se mantiene. En el mismo hospital, tras una asfixiante pesadilla, Pedro Moyano, un joven estudiante de periodismo, recuerda el poema de Pezoa Véliz: «despierto sobresaltado, llueve?». Se pregunta cuando irá a terminar todo esto. Moyano sabe que está conectado a uno de los últimos ventiladores, que fue elegido por sobre otros pacientes. Le pesa un dolor cristalizado en el pecho, en el alma que se le agrieta cada vez que el aparato le empuja mecánicamente el aire hacia dentro de sus pulmones. Escucha a alguien del personal decir que quizá van a llegar más ventiladores, pero el joven es escéptico al respecto, y cree que, aunque eso fuera cierto, a escasos metros de él hay personas que les urge respirar, que se les acaba la vida de tanta espera. Moyano gira la cabeza con cuidado, y observa las gotas que se adhieren a la ventana. En medio de sus pensamientos, siente: «con el agua cae angustia, llueve?».


Sabuesos de pandemia.

Luisa Larré

Robé la vacuna del COVID-19, porque la necesitaba mi madre. Entré a la farmacia y mi gata La Madame me seguía. La encargada del lugar se distrajo para sacarla. Aproveché para levantar mi falda y el frío de la ampolleta estremeció mi entrepierna. Decían en el barrio que era ilegal cachear a alguien afuera de un establecimiento, pero apenas toqué la calle y un par de gendarmes me cayó encima. ¡Tiré un puñetazo! ¡Otro! ¡Y otro más! pero no acerté. Estábamos trenzados en una sinfonía de patadas y jaloneos descompuestos. Mi peluca voló por los aires y también La Madame. Conseguí zafarme y corrí. Tomé por un callejón y venían detrás. Viré y pasé por la casa de Toribio. Toda la cuarentena insistió en que anduviéramos y lo rechacé. Se encargó entonces de divulgar que yo era su crush? Arrojé la vacuna a su jardín y seguí de largo. Llegué a una jacaranda y la trepé. Los gendarmes rodeaban su tronco como sabuesos. Un curioso se detuvo. No sé qué le habrán dicho porque tomó una piedra y me la lanzó: << ¡Despreciable! ¡Asqueroso! >>, gritaba. Pronto llegó más gente y sobrevino una tormenta de pedradas. Sentí que mi cabeza estalló. Desperté en el dispensario de la comisaría. Toribio estaba ahí. Supe que le habían puesto la vacuna a mamá, pero se endureció mi rostro al descubrir que La Madame ronroneaba y se le restregaba en las piernas, mientras él decía que ya regalaban las vacunas en una clínica ambulante.


Priorización sanitaria

Camila Rocío

Después de 451 días de cuarentena, 26 países tenían la vacuna, patentadas por 15 laboratorios a nivel mundial. En el departamento 21 con mi mamá estábamos cansados de comer arroz cada dos días y frijoles todo el fin de mes. Vivíamos solo con la pensión de mi vieja madre desde que por el confinamiento y su edad de riesgo no pudimos vender más en la feria de Quilpué. Dicen que la vacuna llegará rodeando los 40 mil pesos. Ahorramos a reojo y sospecha del otro, sin comentar jamás quién creemos que se debiese primero vacunar. Cuando le había juntado 15 y ella a mí 26, mi madre intentando alcanzar la harina se cae y esquinza un pie.
La vacuna puede esperar otro mes.


COVID

Eureka

Cerebros fugados de democracias fugaces, impacientes elaboran, prueban, calculan en laboratorios europeos. Ocupadas salas de reuniones por febriles ejecutivos que proyectan márgenes de ganancias a los inversionistas. Vidas voluntarias extienden sus brazos marrones,índigos, rosa, cetrinos… vacilantes ante la metálica aguja. Días de un efímero calendario que se desvanece austero y sin certezas de curas entre una Babel de promesas de salud global.


Resignación

Camilo Montecinos

No tuvo más remedio que buscar entre los escombros el material necesario para llevar a cabo su idea. Recogió cartones, restos de madera y unos pósters infantiles que encontró e imaginó para adornar el cajón. Aun con las lágrimas a flor de piel, diseño un pequeño cubículo y fue armando lo que entonces consideró un pequeño ataúd. Horas atrás su hijo había muerto de covid. Y en la entrega de vacunas personas como ellos no eran prioridad.


CONTRAFACTUAL

Viviana

¡Mamá, mamá!, tengo una idea. Si Oxford crea una vacuna, Si se comparte la fórmula, Si se arma una cadena mundial de fabricación, Si se distribuye gratis a todo el planeta se acabará la pandemia, entonces podré volver al colegio y mi papá ir a trabajar.

-Hija, algún día vas a volver al colegio; lo de Oxford y la cadena son ideas de otro mundo. Ahora, ponte la mascarilla, ve a conseguirte arroz con la vecina y déjate de soñar.


Aguas celestes

Ignacio Anton

Camiones pasan por las noches vertiendo agua y cloro sobre las calles. El olor me es familiar. Limpiar piscinas no es el peor trabajo que he tenido y no paga pésimo. Pero mis manos siempre huelen a cloro y eso a veces a la gente no les gusta. Ahora todas las manos de todas las personas tienen un olor similar a las mías: desinfectante o alcohol gel para espantar el virus. Una anciana en mi pasaje se bebió un litro de cloro porque escuchó en la tele que prevenía contagiarse. La sacaron en una ambulancia en mitad de la noche mientras los vecinos mirábamos asomados desde nuestras ventanas. Ahora brilla en mi pieza la televisión como la última discoteca abierta en meses: se lee chiquitio ?Tedros Adhanom Ghebreyesusel, director de la OMS? y un hombre dice ?o nadamos todos juntos o nos hundiremos juntos?. Sé que cuando el COVID-19 te vence, los pulmones se te llenan de líquido como la válvula de una piscina en mantenimiento. Yo limpio piscinas y nunca puedo ponerme traje de baño para nadar en sus aguas celestes. Sé que hay que lavarse las manos hasta que te salga sarpullido de tanto jabón barato. El agua de la llave de mi baño sale teñida de tierra, pero en la tele dicen que podemos nadar juntos. Y yo quiero creerlo.


EL JUICIO

Juan Bembas

Cuando el botiquín cerró, se encendió la luz y dio inició al Juicio de la Medicina, mientras el Gotero aguardaba su veredicto, apartado del resto de medicamentos.
Un rumor se levantó, llevado por las cotas de furor que alcanzaba el testimonio de las grajeas. En favor de su acusación, el Paracetamol sostuvo que el destierro del kit de atención sería la única medida que podía devolverle su reputación al gremio: si de él hubiese dependido, nunca hubiera permitido que el Gotero abandone su empleo dentro de la repisa del veterinario, antes de que los científicos reunieran evidencia suficiente sobre sus contraindicaciones.
Un golpe metálico en el piso de la sala, hizo volver el rostro de todos hacia el estetoscopio que, convenientemente enrollado, había prestado atención por su único oído. Circunspecto, se limitó a informar que, tras pesquisar los corazones de los pacientes en el consultorio, había llegado a la conclusión de que para sobrellevar su existencia el hombre necesitaba aferrarse a una esperanza, sin discriminar en su origen o mérito, antes de confiar en una cura que tardaba tanto en llegar. Hubo una pausa, antes de que se reanude la asamblea, en un clima menos efusivo al precedente.
Al día siguiente, cuando el enfermero se aprestaba a cumplir su veredicto, retirando para siempre el Gotero del interior del botiquín, las cápsulas no pudieron evitar que una pizca de polvo rodase de sus mejillas, sintiendo la pérdida de quien hasta ese momento había sido su compañero de viaje.


María Elena, ¿Cómo es?

Vita Paolucci

Me dijeron que en el Reino del Revés, nada el pájaro y vuela el pez? Cuando
iba a empezar el tercer verso de su canción preferida de María Elena Walsh, la
madre decidió improvisarle una nueva versión a su hija para que entendiera por
qué no iba a ver a su abuela ni al jardín de infantes.
Empezó de nuevo: Me dijeron que en el Reino del Revés, el encierro lleva
más de un mes. El virus se esparció con rapidez y desató la insensatez…
¿Qué es insensatez?, preguntó la nena. Cosas locas que hacen las
personas, contestó la madre.
Y continuó: Vamos a ver cómo es el Reino del Revés, vamos a ver cómo
es el Reino del Revés. Me dijeron que en el Reino del Revés, el cuidado es
como un ciempiés, con barbijo y a distancia de los que querés; no hay vacuna,
no te contagiés?
El ciempiés es laaarrgo, dijo la nena. Sí, así, largo como el ciempiés.
¿Termino?, le dijo la madre. La hija asintió divertida.
Me dijeron que al Mundo del Revés, lo gobierna la estrechez: la salud no
es un derecho sino un interés y si sos pobre no te ves. Vamos a ver cómo es el
Reino del Revés, ya estamos viendo cómo es el Mundo del Revés?


No a prueba de dioses

Sedna

Para ese país tan industrializado y poderoso, el concepto de unirse al club de la vacuna popular y gratuita era ridículo. Confiaban en su superioridad tecnológica y en su ingenio, y estaban seguros de ser los primeros en patentar una vacuna contra el COVID-19, y amasar una fortuna comercializándola en el resto del mundo.
En efecto ganaron la carrera, y estaban a punto de poner su colosal maquinaria de producción y publicidad en marcha, cuando algo sucedió. Allá arriba, en el Walhalla, Odín se desperezó. Observó lo que acontecía, mordisqueó algunas uvas, se rascó pensativo la mandíbula, y al cabo decidió intervenir. Trastrocó reactivos, generó efectos colaterales en algunos de los voluntarios, y se sentó divertido a contemplar el resultado.
Ellos fracasaron catastróficamente, y nunca consideraron la posibilidad de juego sucio. Jamás desconfiaron de alguna injerencia externa, porque entendían que su seguridad industrial era formidable.
Era formidable, pero no a prueba de dioses.
Así, otros llegaron primeros, y ellos aceptaron humillados la vacuna gratuita de la OMS. Nadie ganó fortunas; no hubo patentes. Nadie tuvo la prioridad, y las naciones compartieron la cura contra esa peste de manera solidaria. Y desde lo alto, Odín sonrió satisfecho consigo mismo, mordisqueó algunas uvas más, y decidió que por las dudas iba a mantener su vigilancia. La cura del cáncer habría de ser el próximo campo de batalla, o ya lo era. Y se preguntaba si ellos habían aprendido la lección.


Contrareloj

Stefany G

¿Señorita? señorita? – Una voz que no distingo, despejó la nube de pensamientos en la que estaba sumergida, intento parpadear dos veces para que sepa que estoy ahí.
“Soy la abogada del hospital y me acompaña el doctor Fernandez, quien ha seguido la trayectoria de su caso, como representante legal de esta entidad soy respon… – Deje de escuchar y me sumergí de nuevo en la nube mental en la que llevaba escondiéndome por semanas. supongo que producto de la morfina; sabía qué significaba esa visita, te leen muchas palabras “legales”, te dicen algo del colapso del sistema de salud y que hay una larga lista de personas peor que tú, que necesitan el espacio que ocupas y luego te piden que asientas con la cabeza si estás de acuerdo, yo me pregunto: ¿Qué se necesita para aceptar que un virus entro en mi cuerpo y me quito la oportunidad de ver y sentir a quienes amo? ¿Como le digo a mis pulmones que compitan en una carrera contra reloj porque una abogada vino a decirme que solo tendré este ventilador por unos días más?… Así no debían pasar las cosas, tengo 19 años por Dios? ¿debo simplemente apagar mis sueños? yo quería estar acá, pero no de esta forma -Un pensamiento toma el primer lugar en mi mente, ¿no volveré a ver a mamá? perdoname mamá!
“¿Está usted de acuerdo?” -La voz de la abogada interrumpe, asentí con la cabeza.
Mi carrera por la vida, empieza ahora. -Pensé.


Entierro

OFKA

Y cuando le pusieron precio a la salud, unos compraron vacunas, otros hasta la pala compartieron.


OÍDOS SORDOS

Valentín Chantaca González

Por favor escúcheme, señorita. Se lo suplico.
¿Señor? ¿Dama? ¿Joven?
Que alguien me escuche, por favor.
Cualquiera de ustedes responda.
Háganlo por piedad, que mi hijo se muere.
¿No se dan cuenta de cómo respira?
¿No mira cómo se infla y se desinfla su pechito?
¿Señorita? Por favor no me mire así.
Sé que traigo ropas humildes… sé que aquí somos extraños.
Entiéndame, éste era el lugar más cercano. El hospital grande queda al otro lado de la ciudad.
Esta ciudad oscura y fría, donde no conocemos a nadie y nadie nos conoce a nosotros.
Entiéndame. A nuestra carcacha le reventó el motor, ya no podemos irnos.
Ahorita todavía no es tarde, ahorita todavía pueden salvarlo.
Entiéndame, por piedad, no hubiéramos llegado a tiempo.
Venimos de tan lejos y nos ha costado tanto llegar hasta aquí.
¿Señorita? ¿Por qué no me escucha?
¿No me ve aquí frente a su mostrador, no ve a mi hijo muriéndose entre mis brazos?
No crea que no tengo dinero, pasé con mis compadres antes de irme del pueblo.
Vinieron varios de las casas vecinas y nos cooperaron lo que pudieron. Mire, aquí lo tengo.
Por favor no me mire así. Sé que mis manos están todas curtidas, pero no somos malas personas.
Se lo juro que nos hemos cuidado, nosotros sí creemos en el virus. El bicho, así le decimos.
Ahorita todavía no es tarde, se lo suplico. ¿Quién es este hombre? ¡Suélteme, no me saque!
¿Señorita?
Por favor escúcheme.
¿Señorita?

 

Felicitamos a los ganadores e invitamos a leer los 20 relatos seleccionados por el jurado.